Una de las noticias que esta semana me dejó conmocionada fue la del caso de Drayke Hardman, el niño de 12 años que se quitó la vida tras sufrir de bullying. Como mamá, como abuela y como una mujer que se preocupa por la niñez y la juventud de nuestro país, tenemos que ser garantes para que un episodio como este, ocurrido en Estados Unidos, no vuelva a presentarse en ninguna parte del mundo.
Sin duda el bullying se ha convertido en un problema difícil de controlar en los entornos educativos y el tema se torna más complejo cuando la víctima calla y no pone en conocimiento la situación ante familiares o docentes. Tristemente estos son los tipos de casos que llevan a niños y jóvenes a padecer de estrés, depresión y ansiedad, un triangulo peligroso que de no conocerse y tratarse a tiempo puede terminar en un desenlace como el de Drayke, el suicidio.
Por eso desde el Congreso he venido trabajando en un importante proyecto de ley que promueve la educación emocional en las instituciones de educación formal en el territorio nacional, reconociéndola como un elemento esencial del desarrollo integral de la persona, más allá de lo cognitivo.
En la iniciativa contemplamos que este tipo de educación se imparta a los estudiantes de manera transversal en los niveles de prescolar, básica y media y en ella participarán, además de los profesores, los padres de familia, porque está concebida como espacios de reflexión, discusión y desarrollo de actividades que permitan el fortalecimiento de las competencias emocionales.
Soy una convencida que la educación emocional es una alternativa necesaria en una sociedad que cada vez más presenta evidentes señales de violencia, depresión, ansiedad, estrés, abuso en el consumo de drogas y alcohol, desordenes de alimentación, uso de armas, entre otras. Nuestros niños y jóvenes deben aprender, desde pequeños, a cómo afrontar, con el acompañamiento profesional y familiar adecuado, cualquier situación de este tipo que se les presente y eso se logra ayudándolos a fortalecer su inteligencia emocional.
Mi compromiso es lograr que este proyecto sea, cuanto antes, Ley de la República, porque entre más temprano empecemos a impartir este tipo de educación en las instituciones educativas es una forma de prevenir y erradicar el bullying dentro de las mismas.